Este es uno de los momentos que prefiero escribir sobre cualquier otra cosa que no sea Nietzsche ni el eterno retorno, y sí, ya lo sé, probablemente termine de hacer mi ensayo a la una de la tarde del mismo día de entrega.
Ayer fue un día atípico, porque todos los días, mejor digo, noches, en las que unos cuantos botones y yo solemos concurrir a nuestro hueco por excelencia, "El Sargento Pimienta", son simplemente increíbles, cosa que no me pasa muy seguido. No sólo porque, como dije hace algunos días, logramos salirnos de nuestros límites, sino también porque es allí donde caben muchas posibilidades de encontrar nuestros botones-par, lo cual hasta ahora no hemos logrado por completo, pues todo siempre ha quedado en medio camino, ¿o no es así mi estimada "Pigmaliona"?. No es que vayamos de cacería, pero, bah!, para eso están hechos ese tipo de lugares. En fin, ésta ha sido, por mi parte, mi última gran noche lamentablemente, y la traté de vivir al máximo, a pesar de ciertas ausencias.
Como muestra, ciertas frases: "Hola, Dios te ama", "¿Pero qué?", "AAAAAAHHHHHHH", "Quiero una aguja", "Here comes your man, there goes your man", "Here comes your 'tequeño', there goes your 'tequeño' ", "Salud por la desaparición de Ricky Ricón", "Salud por el blog de la Comunidad de los Botones solitarios", "Más chela!", "Buen moozooo", "Oh sí, BABY" y el interminable "Odio a mi JP." (de eso ya no hay duda).
SIN EMBARGO, nos asamos con quien sea que haya elegido las canciones que sonaron alrededor de las dos de la mañana; fue una gran decepción, y esperamos que en una nueva y pronta oportunidad logren superar semejante error. Aún así, hubo baile de por medio, aunque la cosa más extraña fue ver a un hombre pintado todo de verde y con unos cachos que parecían salir de su propia cabeza, y él jugando con un girasol. Sea quien fuere, lo estaba buscando un 'simpático' y 'atractivo' miembro de nuestra universidad, que de por cierto parecía que, como siempre, la estuviera pasando muy mal.
Es triste dejar las cosas tan a medias e inconclusas, y sobre todo cuando has encontrado cierto sentido en ellas. Es una muerte más que entra a mi colección, uno de los cuantos 'adiós y hasta pronto', una no tan agradable despedida, pero inevitable al fin y al cabo. Con todo esto, porque sigue siendo justo y otra vez necesario, GOOD NIGHT AND SLEEP TIGHT!
domingo, 25 de noviembre de 2007
La historia de los botones-par.
Me gusta ser un botón etéreo, y algo dócil. Me gusta, y he podido vivir conmigo por algo así como setenta y seis temporadas llenas, pues, de todo. Lo que no me ha gustado, eso sí, ha sido darme cuenta de que en el transcurso de mi muy botona vida no he encontrado aún a mi botón-par. Sí. Fatal, lo sé. Ah, nunca les he contado acerca de la bonita historia de los botones-par, y dado que estoy terriblemente enferma en mi botonería, se les contaré, mis muy queridos lectores botonescos:
“Érase que se era una vez, como dice Silvio[1], un empeñado sastrero que comenzaba con el buen negocio de telas, hilos, agujas y cierres (porque en esos tiempos tan, pero tan lejanos, se desconocía la existencia de tales cosas como botones). Aquel buen hombre, cuyo nombre no recuerdo ahora (y no creo sea relevante) se encontró un día con una señora que le encargó hacer una chompa de una tela muy suave y fina. Por supuesto, y sin dudarlo, el buen sastrero aceptó el desafío y recibió gustoso la tela. Al llegar a su taller se sentó en su mesa, y con muchas tizas de colores empezó a dibujar encima de la tan suave y fina tela, con mucho silencio, claro está, para que la tela fuera diciéndole cómo quería ser cortada y demás. Hasta que llegó el momento de unir unas últimas puntadas, cuando se dio cuenta de que a la chompa no se le podría coser un cierre, no. La tela era muy fina y suave para un cierre. ¿Y ahora? –pensó preocupado el buen sastrero– ¿Cómo demonios he de unir esta preciosa tela, con algo que sea tan pintoresco, fino y suave, y que además le de un toque de preciosidad a algo que es ya tan perfecto? (olvidé mencionar que nuestro pintoresco sastrero era un poco ególatra, pero ¿cómo no serlo? Era el mejor con las telas en siete condados a la redonda, y sus obras sastriles eran, pues, de arte). Y así, después de pensar por horas y horas en cómo unir aquella chompa fue que, como por arte de magia y azar, al abrir el último cajón de su mesa –el que nunca revisaba– fue que encontró en una cajita, algo pequeña y colorida, dos pequeños círculos achatados con huecos en el centro, cuatro para ser algo más específicos. Eran tan galantes y bonitos que el sastrero no dudó un segundo en utilizar uno para finalizar su magnífica faena, sin darse cuenta de la inscripción que aquella cajita tenía dentro. Uno, dos, tres. A golpe de la última campanada del pueblo fue que llegó la señora a ver cómo había quedado su orden textil. Como era de esperarse, quedó maravillada con su nueva prenda, y recompensó al sastrero por su arduo trabajo. Al irse, y quedarse él completamente solo en su taller, nuestro personaje se puso a observar detenidamente la pequeña caja, y se dio cuenta de que había omitido un gran detalle (léase, lo escrito en la cajita): “Estos que ves aquí, querido sastrero, se hacen llamar botones, y estarán más que dispuestos a ayudarte en tu faena diaria, siempre y cuando no los separes nunca y los uses juntos, pues son un par”. Al leer esto, el sastrero gritó, y comenzó a llorar. Había separado al primer par de botones de la historia, y nunca se lo perdonaría. Claro que intentó resarcir su error manufacturando botones desde entonces, pero nunca pudo hacer uno para el solitario primer botón de la historia.”
Algunas veces creo que podría ser yo ese botón, pero entonces sería tan ególatra como aquel sastrero, ¿no? Espero que mi botón-par llegue, o al menos alojarme en un ojal de una chompa muy suave y fina, irresistible de usar.
Ah, por cierto, hoy me encuentro de un leve verde alimonado, dado mi pobre y deteriorado estado de salud.
[1] No cualquier Silvio eh, hablo del estupendo trovador de apellido Rodríguez, y de su canción “Érase que se era”, ubicada en el disco del mismo nombre.
“Érase que se era una vez, como dice Silvio[1], un empeñado sastrero que comenzaba con el buen negocio de telas, hilos, agujas y cierres (porque en esos tiempos tan, pero tan lejanos, se desconocía la existencia de tales cosas como botones). Aquel buen hombre, cuyo nombre no recuerdo ahora (y no creo sea relevante) se encontró un día con una señora que le encargó hacer una chompa de una tela muy suave y fina. Por supuesto, y sin dudarlo, el buen sastrero aceptó el desafío y recibió gustoso la tela. Al llegar a su taller se sentó en su mesa, y con muchas tizas de colores empezó a dibujar encima de la tan suave y fina tela, con mucho silencio, claro está, para que la tela fuera diciéndole cómo quería ser cortada y demás. Hasta que llegó el momento de unir unas últimas puntadas, cuando se dio cuenta de que a la chompa no se le podría coser un cierre, no. La tela era muy fina y suave para un cierre. ¿Y ahora? –pensó preocupado el buen sastrero– ¿Cómo demonios he de unir esta preciosa tela, con algo que sea tan pintoresco, fino y suave, y que además le de un toque de preciosidad a algo que es ya tan perfecto? (olvidé mencionar que nuestro pintoresco sastrero era un poco ególatra, pero ¿cómo no serlo? Era el mejor con las telas en siete condados a la redonda, y sus obras sastriles eran, pues, de arte). Y así, después de pensar por horas y horas en cómo unir aquella chompa fue que, como por arte de magia y azar, al abrir el último cajón de su mesa –el que nunca revisaba– fue que encontró en una cajita, algo pequeña y colorida, dos pequeños círculos achatados con huecos en el centro, cuatro para ser algo más específicos. Eran tan galantes y bonitos que el sastrero no dudó un segundo en utilizar uno para finalizar su magnífica faena, sin darse cuenta de la inscripción que aquella cajita tenía dentro. Uno, dos, tres. A golpe de la última campanada del pueblo fue que llegó la señora a ver cómo había quedado su orden textil. Como era de esperarse, quedó maravillada con su nueva prenda, y recompensó al sastrero por su arduo trabajo. Al irse, y quedarse él completamente solo en su taller, nuestro personaje se puso a observar detenidamente la pequeña caja, y se dio cuenta de que había omitido un gran detalle (léase, lo escrito en la cajita): “Estos que ves aquí, querido sastrero, se hacen llamar botones, y estarán más que dispuestos a ayudarte en tu faena diaria, siempre y cuando no los separes nunca y los uses juntos, pues son un par”. Al leer esto, el sastrero gritó, y comenzó a llorar. Había separado al primer par de botones de la historia, y nunca se lo perdonaría. Claro que intentó resarcir su error manufacturando botones desde entonces, pero nunca pudo hacer uno para el solitario primer botón de la historia.”
Algunas veces creo que podría ser yo ese botón, pero entonces sería tan ególatra como aquel sastrero, ¿no? Espero que mi botón-par llegue, o al menos alojarme en un ojal de una chompa muy suave y fina, irresistible de usar.
Ah, por cierto, hoy me encuentro de un leve verde alimonado, dado mi pobre y deteriorado estado de salud.
[1] No cualquier Silvio eh, hablo del estupendo trovador de apellido Rodríguez, y de su canción “Érase que se era”, ubicada en el disco del mismo nombre.
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sábado, 24 de noviembre de 2007
Black, blue, green, red...Can I take my friend to bed?

He de presentarme, pues: soy una botona más, la última de la fila, la roja (algo fundamentalista, pero no por ello terruca).
Si bien mi identidad botonesca no se ha visto alterada, la pigmaliónica -en las últimas semanas- sí...o al menos eso es lo que yo CREO. Pretendo creer que estoy en una época calmada y tranquila, que puedo controlar las cosas (algo inédito en mí), que las agujas apolíneas ya no me desestabilizan tan rápidamente, que mi susceptibilidad ya no me gana, que las fantasías pigmaliónicas pueden guardarse esta temporada, en fin, que si bien es cierto que necesito una aguja (indeed..y dos o tres si quieren), ya no me urge ir en una desvivida búsqueda por una, sino que trataré (pero trataré no más) de esperarla, en el tiempo correcto, en el momento preciso.
Así que ya no más "So lonely, so lonely...", sino más "Hold the line, love isn't always on time" :) :) :)
Hasta la próxima (y pronta) entrega.
viernes, 23 de noviembre de 2007
Ya no hay más hilo

Este humilde botón pretende sobrellevar la reciente muerte que ha tocado su puerta. Lo que escribirá son sólo puras historias inconclusas y en varios casos insensatas. Porque eso es lo que es: un botón sin sentido común, que se llena de placer cuando "sale de sus límites" y no quiere dar explicaciones de nada ni a nadie. Prefiere llevar una vida de fantasías e ilusiones que lo mantengan (contradictoriamente) despierto, atento e impenetrable de una realidad que le resulta asquerosamente trágica.
Ante tanta repugnancia, logra sobrevivir con un poco de música, con chistes malévolos, relatos inventados, y últimamente con este generoso blog al cual colaboran demás botones solitarios que de una manera u otra comparten el mismo propósito.
"Botón" ha sido inspirado en el horóscopo de Pakatnamu de hace algunos cuantos sábados. El por qué? No se sabe, es una de aquellas ideas cogidas en el aire y no tomadas muy en serio en ese preciso momento.
Detallo mi yo botonesco:
- Políticamente "contrera"
- Socialmente "resentida"
- Económicamente "quebrada"
- Amorosamente "frustrada"
- Culturalmente "incompleta"
- Familiarmente "incomprendida"
- Gastronómicamente "conformista"
- Amistosamente "contradictoria"
- Musicalmente "beatlemaniaca"
- Intelectualmente "práctica"
- Religiosamente "confundida"
Todo esto porque es justo y necesario.
'Y fueron a llamar a un botón más'
Me gusta mucho la metáfora del botón. Es de ese tipo de metáforas que salen en momentos en los que una espera ser indetectable. Es producto de La Y, a quien se le debe la inspiración.
Si pienso en botones, me doy cuenta que este ha sido el año en el que más los he perdido. Desde mi casi nula experiencia de costura, sólo puedo imaginar los botones que vienen de repuesto y los botones que he perdido sin darme cuenta.
Si me piden el color de mi botón, sería definitivamente azul. Tengo una obsesión por ese color, así como para la fresa y la comida ácida.
A este botón le gusta quedarse décadas frente al monitor, comer tomates y el invierno (razón por la que escribe diatribas cada vez que el verano se asoma). No le gustan los comerciales, las cajas de cambio, las novelas mexicanas, ni la arena pegajosa.
El botón azul tiene la costumbre de agarrar el teclado justo cuando tiene un monte de obligaciones acechándola. Tiene la oscura esperanza de que en esos tiempos 'le viene la inspiración'. Mientras tanto, escucha a los Smiths, a Belle & Sebastian y a Beirut.
He vuelto pues, al bloggeo como botón. Estoy contenta siéndolo y siendo parte parte de un terceto.
ETA: El plan del día:
Si pienso en botones, me doy cuenta que este ha sido el año en el que más los he perdido. Desde mi casi nula experiencia de costura, sólo puedo imaginar los botones que vienen de repuesto y los botones que he perdido sin darme cuenta.
Si me piden el color de mi botón, sería definitivamente azul. Tengo una obsesión por ese color, así como para la fresa y la comida ácida.
A este botón le gusta quedarse décadas frente al monitor, comer tomates y el invierno (razón por la que escribe diatribas cada vez que el verano se asoma). No le gustan los comerciales, las cajas de cambio, las novelas mexicanas, ni la arena pegajosa.
El botón azul tiene la costumbre de agarrar el teclado justo cuando tiene un monte de obligaciones acechándola. Tiene la oscura esperanza de que en esos tiempos 'le viene la inspiración'. Mientras tanto, escucha a los Smiths, a Belle & Sebastian y a Beirut.
He vuelto pues, al bloggeo como botón. Estoy contenta siéndolo y siendo parte parte de un terceto.
ETA: El plan del día:
Primera.
Supongo que me toca presentar este blog que ha llegado a tus ojos.
No es pura casualidad que te encuentres en este cajón de botones eh, no creas que es así.
Somos botones algo maltrechos, un poco rotos y sin pares ni hilos, pero que nos hemos unido en un "pedazo de tela" para contar las mil desventuras y cosas por el estilo que nos ocurrirán a medida que pasan los días, y semanas, y meses, y bleh.
Me presento: soy el primer botón.
Un botón algo decepcionado de la vida amorosa, pero no de la vida eh.
Llenísimo de frustraciones y demás, espero con mis anécdotas hacerte pensar e incluso reir.
Afanadísimo de la música, de Led Zeppelin y Beatles principalmente - como era de esperarse.
Mi color? Nó sé, varía dependiendo de la anécdota y del estado de ánimo.
Mi forma? Igual que lo otro, supongo. Fácil redondo, o cuadrado.
Más? Supongo que luego, por ahora no hay más que decir.
No es pura casualidad que te encuentres en este cajón de botones eh, no creas que es así.
Somos botones algo maltrechos, un poco rotos y sin pares ni hilos, pero que nos hemos unido en un "pedazo de tela" para contar las mil desventuras y cosas por el estilo que nos ocurrirán a medida que pasan los días, y semanas, y meses, y bleh.
Me presento: soy el primer botón.
Un botón algo decepcionado de la vida amorosa, pero no de la vida eh.
Llenísimo de frustraciones y demás, espero con mis anécdotas hacerte pensar e incluso reir.
Afanadísimo de la música, de Led Zeppelin y Beatles principalmente - como era de esperarse.
Mi color? Nó sé, varía dependiendo de la anécdota y del estado de ánimo.
Mi forma? Igual que lo otro, supongo. Fácil redondo, o cuadrado.
Más? Supongo que luego, por ahora no hay más que decir.
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